domingo, 13 de diciembre de 2015

Yo y el resto.

¿Deberíamos dejar fluir el agua, o estancarla? Ya me viene grande ésta decisión, y hasta me harta.

Los sentimientos se digitalizaron en el siglo XXI, eso sí lo tengo claro; a día de hoy lo único que fluye son los bytes, porque los sentimientos "ya no están de moda", o eso es lo que veo últimamente, que vale más el orgullo y la apariencia que un "te quiero", que un "me importas" o simplemente una sonrisa producida por una mueca graciosa.

He de confesaros algo: yo antes era feliz, ahora simplemente soy. Me da pena ver lo que veo, sentir lo que siento, hacer lo que hago, y que no sirva para nada, como si fuese en vano, como si fuese directo al cubo de la basura. Estoy harto de ceder, de falsas ilusiones, de creer, de tener esperanza, de centrarme en el resto y no en mi, de que me mientan, de que me fallen, de ser el malo simplemente por decir las cosas como las siento, de decepciones, de los "quizás", de las indirectas, de las inconcreciones, de los "sí pero no", de perder el orgullo por quien no lo merece, de rebajarme a la altura del betún, de hacer como si no pasara nada, de la inestabilidad, de guardarme las cosas, de no rechistar, de hacer lo imposible para nada, de estar ahí para todos, de que todos no estén para mi cuando lo necesito, de preocuparme, de que nadie se preocupe por mi.

 Estoy cansado de ser "de usar y tirar", estoy cansado, agotado y sin aliento ya de que me utilicen, de ser una herramienta, un juguete.

No sé qué cojones le pasa al mundo, si es que va muy lento o es que yo voy muy rápido, pero ha llegado un punto en el que no hay sincronización, y no sé si algún día la habrá.

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